viernes, 19 de agosto de 2011

No me gustan los senderos trillados


El rey Leopoldo III en el Autana
Por: Julieta Salas de Carbonell


Juli Salas Restifo 

Un día en la lejana Bruselas, el rey Leopoldo III rememorando sus viajes alrededor del mundo, comentó que siempre había evitado “los caminos por donde todo el mundo pasa” y había añadido: “No me gustan los senderos trillados”. Ciertamente, los caminos que Leopoldo recorría en el Amazonas venezolano en 1952 se podía decir que eran bastante inexplorados. Apenas hacía unos pocos meses que una expedición Franco Venezolana había llegado hasta las fuentes del Orinoco, las noticias de esta hazaña habían dado la vuelta al mundo y despertado la curiosidad de Leopoldo en visitar estos parajes.

S.M. Leopoldo III Foto: Anibal Romero
En la continuación de la expedición, el tres de junio el rey y su comitiva salieron de San Fernano de Atabapo de regreso a Puerto Ayacucho pero el rey les propuso remontar el río Sipapo hasta las cercanías del Autana, cuya mole lo había fascinado al divisarla desde el aire cuando volaban a hacía La Esmeralda.
Sabana del Autana Foto: S.M. Leopoldo III
Raudos bajaron por el Orinoco, esa noche pernoctaron en isla Ratón, donde el profesor Cruxent ordenó que el grueso de la expedición siguiera hacia Puerto Ayacucho con el equipaje real y que sólo un pequeño grupo acompañara al rey hasta donde fuese posible navegar por los estrechos caños que conducían a la sabana del Autana. El cocinero Juan Cantó fue obligado a abandonar la comitiva real y continuó a regañadientes hacia Pto. Ayacucho, temía que la alimentación del rey sufriera por su ausencia.
El río Sipapo desemboca en el Orinoco cerca de la isla Ratón y siguiendo su curso loes expedicionarios reales llegaron hasta el caño Murciélago y el río Autana: navegaron hasta enfrentar el raudal Umaj-aye donde tuvieron que pernoctar dada la imposibilidad de remontarlo con las curiaras cargadas. Esa noche a la luz de la hoguera, Leopoldo rememoró con el profesor Cruxent la expedición al Congo Belga en que se habían  conocido y ambos especularon la posible presencia de elementos africanos en la América precolombina.
A la luz de la hoguera Foto: Anibal Romero
Mientras los porteadores descargaban las curiaras y llevaban las cargas al hombro por una pica, Leopoldo aprovechó para explorar los alrededores del raudal.
Frente al raudal Umaj-aye Foto: Anibal Romero
Tras una corta caminata por la orilla del raudal se embarcaron y continuaron la travesía llegando a la laguna Ceguera y el raudal Pereza al pie del Autana, donde montaron campamento.
Laguna Ceguera al pie del Autana Foto: S.M. Leopoldo III
Con gran pesar Leopldo tuvo que dar por terminada su expedición a estos deslumbrantes parajes, la última noche en la selva la pasaron en el poblado piaroa de Paré-inava cerca de la desembocadura del caño Samariapo; de donde procedieron por tierra hasta Puerto Ayacucho y por avión hacia Caracas.
El coronel Tomás Pérez Tenreiro, designado edecán de Leopoldo III por el gobierno nacional, quedó encargado en Puerto Ayacucho de inventariar la gran cantidad de objetos adquiridos por el Rey en el transcurso de la expedición y de determinar cuales, por su gran valor, serían donados por Su Majestad a la nación venezolana en agradecimiento. Meses más tarde el Coronel Pérez Tenreiro fue sorprendido al recibir de manos de Leopoldo III el título de Marqués de Monte Rinaldo.
El arquitecto Sixto José Cesarino, antiguo presidente de la Fundación Museo de Ciencias de Caracas, ha escrito sobre la expedición ELATA: “La expedición produjo importantes insumos científicos: una significativa colección de imágenes no solo de paisajes y de fauna, sino principalmente de los tipos humanos de la Amazonia venezolana, referencias cartográficas y astronómicas de una región que para ese entonces no era muy conocida por los venezolanos, muestras de nuestra fauna y flora amazónica, muestras arqueológicas y, finalmente, una extraordinaria colección de cestería indígena, así como de arcos y flechas, telares, tejidos y adornos plumarios, que todavía existe en las bóvedas de Museo de Ciencias”.

lunes, 8 de agosto de 2011

El rey Leopoldo en su elemento

Por: Julieta Salas de Carbonell


Continuación de la crónica sobre las aventuras de Leopoldo III de Bélgica a orillas del Orinoco


El sueño del rey se había hecho realidad, estaba a la orilla del Orinoco, a la sombra del Duida y se disponía a continuar su aventura. Ya el grueso de la expedición con el bagaje real había salido Orinoco abajo, rumbo a san Fernando de Atabapo, para luego remontar ese río y llegar hasta Yavita en tierra humboldtiana donde se reuniría con el rey a su regreso de la piedra de Cocuy que el pensaba escalar.
La serranía del Duida en la Esmeralda Foto: S.M. Leopoldo III

El porte de Leopoldo era real, pero su carácter muy democrático y disfrutaba la compañía de la gente común. Con el profesor Cruxent hacía gran contraste, el catalán pequeño, moreno, nervioso y el Rey, un afable gigantón rubio, muy blanco de tez y de risueños ojos azules. Leopoldo era políglota, hablaba el francés y el flamenco, los idiomas de su patria; el alemán, de su familia, y el inglés que había aprendido en el afamado colegio de Eton en Inglaterra. El para entonces príncipe heredero Léopold Philippe Charles Albert Meinrad Hubertus Marie Miguelinterrumpió sus estudios al inicio de la primera guerra mundial y se enroló como el voluntario más joven de los ejércitos belgas. Al terminar la contienda fue enviado a terminar el bachillerato en el Saint Anthony´s School en Santa Barbara, California donde se acostumbró al trato llano de los americanos; por ese motivo se sentía a muy a sus anchas en compañía del contingente venezolano al iniciar el recorrido por el Casiquiare.
Leopoldo III era un gran fotógrafo y aprovechó este recorrido para sacar excelentes fotografías del paisaje y de sus habitantes.

Peñón de Guanare en el Casiquiare Foto: S.M. Leopoldo III

La expedición ELATA recorrió el río Negro hasta llegar en los confines del país a la famosa piedra de Cocuy que aunque era muy escarpada, dado a su constitución atlética, el Rey pudo escalar sin dificultad.

scalando la piedra de Cocuy De izq. a der.: Miguel Schoen, J.M. Cruxent y S.M. Leopoldo III Foto: Anibal Romero

Regresaron por el río Negro hasta San Carlos, el 27 y 28 de mayo recorrieron sus alrededores y visitaron en tierras colombianas, los restos del fuerte San Felipe Neri erigido por las tropas de José Solano y Bote, en la Expedición de Límites en 1758.

Ruinas del fuerte San Felipe Neri Foto: A.R. Lancini

Continuaron remontando el río Guinía, los sonoros nombres de los pequeños caseríos quedaron plasmados en el diario del rey: santa Rita, Comunidad, donde acamparon y pasaron la noche “tan ruidosa como el día era silencioso”; Santana, Democracia, Guzmán Blanco hasta llegar el 30 de mayo a Maroa, donde durmieron en “un bohío”.

Caño en las cercanías del San Carlos Foto: S.M. Leopoldo III

El 31 de mayo se metieron por el caño Pimichín hasta donde fue posible navegarlo y abandonado las curiaras siguieron a pie por la antigua trocha que unía este caño con el Temi, afluente del Atabapo y el pequeño poblado de Yavita.

rocha de Pimichín a Yavita 1984 Foto Edgardo González Niño


En Yavita se reunieron con el grueso de la expedición y rememoraron la travesía del sabio Humboldt por el Orinoco. Después de un merecido descanso, la caminata había sido ardua por los 16 kilómetros de recorrido cerro arriba, cerro abajo, acosados por los jejenes y quemados por el fuerte sol, se embarcaron en las curiaras que habían subido desde Atabapo a buscarlos y el 1º de junio llegaron a San Fernando a recuperar fuerzas para la última parte de la expedición que prometía nuevas aventuras a nuestro rey explorador.
CONTINUARÁ

Fuente:
www.codigovenezuela.com

lunes, 1 de agosto de 2011

Esmeralda, princesa del Orinoco

Julieta Salas de Carbonell

Crónica sobre las aventuras de Leopoldo III de Bélgica a orillas del Orinoco

“Esta tierra venezolana que mi padre tanto amó”
Esmeralda de Bélgica, 2004

Había una vez un rey…

Como los cuentos de hadas esta crónica empieza con el nacimiento el 30 de septiembre de 1956 en el brumoso palacio de Laeken, en las cercanías de Bruselas, de una linda princesita a la que su padre, el rey Leopoldo III de Bélgica, de vuelta de una expedición a las selvas de Orinoco y con el pleno acuerdo de su esposa “seducida por la poesía de sus relatos” le dio por nombre Esmeralda.

Esmeralda de Bélgica

Se conocieron en 1950, un encuentro fortuito en el Congo; el depuesto Rey de los Belgas y J.M. Cruxent, arqueólogo venezolano, iniciaron así una amistad que perduró en el tiempo. En 1952 Leopoldo III viajo a Caracas y tuvo la oportunidad de visitar al Profesor Cruxent quien acababa de regresar del Alto Orinoco, después de haber participado en la expedición Franco-Venezolana que descubrió sus fuentes. El Rey se entusiasmo con el relato de esa aventura y le propuso a Cruxent una nueva expedición científica a esos parajes; el gobierno de Venezuela acogió la idea y así surgió ELATA, la Expedición Leopoldo al Territorio Amazonas.
La Esmeralda. Foto: S.M. Leopoldo III


El 13 de mayo de 1952 salieron desde Caracas por vía aérea hacia la sabana de La Esmeralda, el rey Leopoldo III, J.M. Cruxent, Director del Museo de Ciencias Naturales, el Sr. Napoleón Dupouy, antiguo amigo del rey, el Dr. van Dormel, médico real, Miguel Schoen, estudiante de antropología, José Arleo, taxidermista, Anibal Romero, fotógrafo, Eloy Fajardo, encargado de la logística y el catalán Juan Cantó, cocinero. En la Esmeralda los esperaban un experimentado grupo de maquinistas, marineros y porteadores, muchos de los cuales habían participado en la expedición Franco-Venezolana a las fuentes del Orinoco.

Yate Real. Foto: S.M. Leopoldo III
Ese mismo dia remontaron el Orinoco en una lancha “puqui puqui” y en la mañana arribaron a Majecodo-teri, asentamiento yanomamo, sede de la misión de las Nuevas Tribus a cargo de Jim Baker, quien los recibió con gran alegría; eran  muy pocos los que se arriesgaban hasta este lejano enclave. Esa noche montaron campamento a la vera del río y Juan Cantó se lució con la cena que sirvió sobre mantel blanco de lino, en vajilla de porcelana, cristalería de Val Saint Lambert y cubiertos de fina plata sterling.

Cena en Majecodo-teri. Foto: Anibal Romero. De izquierda a derecha: S.M. Leopoldo III, Napoleón Dupouy, J.M. Cruxent, Dr. van Dormel, Jim Baker
Recorrieron el río Manaviche y los alrededores de Majecodo-teri donde el rey tuvo la oportunidad de alternar con y fotografiar a los yanomamos y regresaron a la Esmeralda el 14 de mayo. Cruxent, quien fungía como jefe de la expedición, decidió que el rey Leopoldo y la plana mayor bajaran por el caño Casiquiare y el río Negro en ruta hacía la piedra del Cocuy, mientras que el otro grupo descendería por el Orinoco hasta san Fernando de Atabapo y continuara por el río Atabapo hasta Yavita, donde esperarían al rey y su comitiva.

Leopoldo III en Majecodo-teri. Foto: Anibal Romero
La gran aventura real apenas comenzaba, en su diario Leopoldo III escribió: “Estoy realmente a la orilla del Orinoco o no es más que un sueño?”
CONTINUARÁ
El Alto Orinoco en dos tiempos. Fotografías originales de SM. El Rey Leopoldo III de Bélgica. Embajada del Reino Unido de Bélgica, Caracas. 2004


Fuente: 

www.codigovenezuela.com