Por: Julieta Salas de Carbonell
Continuación de la crónica sobre las aventuras de Leopoldo III de Bélgica a orillas del Orinoco
El sueño del rey se había hecho realidad, estaba a la orilla del Orinoco, a la sombra del Duida y se disponía a continuar su aventura. Ya el grueso de la expedición con el bagaje real había salido Orinoco abajo, rumbo a san Fernando de Atabapo, para luego remontar ese río y llegar hasta Yavita en tierra humboldtiana donde se reuniría con el rey a su regreso de la piedra de Cocuy que el pensaba escalar.
La serranía del Duida en la Esmeralda Foto: S.M. Leopoldo III
El porte de Leopoldo era real, pero su carácter muy democrático y disfrutaba la compañía de la gente común. Con el profesor Cruxent hacía gran contraste, el catalán pequeño, moreno, nervioso y el Rey, un afable gigantón rubio, muy blanco de tez y de risueños ojos azules. Leopoldo era políglota, hablaba el francés y el flamenco, los idiomas de su patria; el alemán, de su familia, y el inglés que había aprendido en el afamado colegio de Eton en Inglaterra. El para entonces príncipe heredero Léopold Philippe Charles Albert Meinrad Hubertus Marie Miguelinterrumpió sus estudios al inicio de la primera guerra mundial y se enroló como el voluntario más joven de los ejércitos belgas. Al terminar la contienda fue enviado a terminar el bachillerato en el Saint Anthony´s School en Santa Barbara, California donde se acostumbró al trato llano de los americanos; por ese motivo se sentía a muy a sus anchas en compañía del contingente venezolano al iniciar el recorrido por el Casiquiare.
Leopoldo III era un gran fotógrafo y aprovechó este recorrido para sacar excelentes fotografías del paisaje y de sus habitantes.
Peñón de Guanare en el Casiquiare Foto: S.M. Leopoldo III
scalando la piedra de Cocuy De izq. a der.: Miguel Schoen, J.M. Cruxent y S.M. Leopoldo III Foto: Anibal Romero
Regresaron por el río Negro hasta San Carlos, el 27 y 28 de mayo recorrieron sus alrededores y visitaron en tierras colombianas, los restos del fuerte San Felipe Neri erigido por las tropas de José Solano y Bote, en la Expedición de Límites en 1758.
Ruinas del fuerte San Felipe Neri Foto: A.R. Lancini
Continuaron remontando el río Guinía, los sonoros nombres de los pequeños caseríos quedaron plasmados en el diario del rey: santa Rita, Comunidad, donde acamparon y pasaron la noche “tan ruidosa como el día era silencioso”; Santana, Democracia, Guzmán Blanco hasta llegar el 30 de mayo a Maroa, donde durmieron en “un bohío”.
Caño en las cercanías del San Carlos Foto: S.M. Leopoldo III
El 31 de mayo se metieron por el caño Pimichín hasta donde fue posible navegarlo y abandonado las curiaras siguieron a pie por la antigua trocha que unía este caño con el Temi, afluente del Atabapo y el pequeño poblado de Yavita.
rocha de Pimichín a Yavita 1984 Foto Edgardo González Niño
En Yavita se reunieron con el grueso de la expedición y rememoraron la travesía del sabio Humboldt por el Orinoco. Después de un merecido descanso, la caminata había sido ardua por los 16 kilómetros de recorrido cerro arriba, cerro abajo, acosados por los jejenes y quemados por el fuerte sol, se embarcaron en las curiaras que habían subido desde Atabapo a buscarlos y el 1º de junio llegaron a San Fernando a recuperar fuerzas para la última parte de la expedición que prometía nuevas aventuras a nuestro rey explorador.
CONTINUARÁ
Fuente:
www.codigovenezuela.com
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